Por una crítica justa a la religión
En nuestros días podemos observar una gran diferencia entre la ética occidental actual y aquella impulsada principalmente por Aristóteles y los tratados judeocristianos. Aunque se mantienen cierta parte de las virtudes de antaño como la justicia, la prudencia, la templanza y la valentía, las cuáles se presentaban como piezas fundamentales en el sostén de la sociedad, podemos decir que estas han sufrido modificaciones no tanto en su naturaleza como en la importancia que a estas se les da, la fuerza que antes poseían ha disminuido. Una de las causas significativas es el decaimiento en la fe religiosa que parte desde el siglo XVII. Debemos tener en cuenta que durante la antigüedad clásica la ética fue implementada principalmente mediante la religión, ya sea por amor a Dios o temor de ser castigados por éste es que las personas encontraban motivo para manejarse mediante virtud, y una vez que la obediencia al evangelio pierde significado es natural que la importancia de las virtudes que éste defiende tenga la misma suerte.
Pero no es sobre ética de lo que quiero hablar sino del papel que la religión juega en la civilización actual. Encuentro motivo en hablar de religión pues en la actualidad la importancia que ésta tiene se ha menospreciado y me parece incorrecto no darle la importancia a lo que merece, de igual forma me gustaría defenderla dentro de lo que amerite de los cargos de perversión que se le imputan pero con mayor robustez criticaré a aquellos que sin razón formulan sus críticas hacia ella.
Podemos encontrar en la red numerosas imágenes tocante a lo violenta que fue la evangelización del Pueblo, incesantes burlas hay sobre la creencia en entes sobrenaturales o divinos, se tachan de ridículas las escrituras religiosas, y encontramos críticas severas a cerca de las acciones fundamentalistas. Y no puedo decir que en su totalidad sean críticas absurdas, pues como he dicho en otro artículo se les debe compadecer tanto a los religiosos como a los ateos. He afirmado con anterioridad que debido a que el bien y el mal no le son concernientes a Dios y puesto que nos encontramos privados de su mandato directo, toda religión cae en lo absurdo al querer atribuirle acciones humanas a Dios tales como el amor, la justicia etc. así como sugerir obediencia a éste. Entonces, no pugno por la alineación a religión alguna sino por la crítica justa a ella.
Es cierto que la evangelización fue realizada mediante extrema violencia, trajo consigo muerte, éxodo, precariedad, y devastación; sobre la iglesia pesará siempre la santa inquisición que dio muerte a miles de inocentes, la pederastia, el ahora terrorismo islámico, la política fundamentalista que ha traído consigo violaciones a los derechos humanos como la pena de muerte a homosexuales y la denigración de la mujer. Estos y muchos otros eventos han sido causa de los cargos de maldad que se le imputan a la religión, es bastante difícil creer en la bondad que la palabra de Dios pueda traer consigo después de enterarse de estos eventos, pero no podemos decir que la religión sea mala porque algunos fieles hayan vivido mediante vicio o porque sus predicadores hayan actuado tiránicamente, afirmar esto es como decir que la política es mala porque hay políticos corruptos o que la música es mala porque muchos músicos han sucumbido ante los placeres. Como empecé diciendo, la religión fue o es pieza fundamental en la implementación de la ética que permite el convivio entre las personas, uno o varios dioses surgen conforme a la necesidad de explicar fenómenos que atormentaban a nuestros antepasados, estas deidades le dieron significado a la existencia de aquellos hombres del pasado, es por esto que no podemos condenar a la inutilidad o irrelevancia a la religión pues es gracias a ella que existe la civilización actual, encuentro difícil imaginar la modernidad sin una religión que diera fuerza al hombre para organizarse y dictaminar las políticas necesarias que devinieran en los sistemas socio-políticos de la actualidad.
Ahora, todos aquellos que se mofan de la supuesta existencia de alguna deidad, de los fieles, de las escrituras sagradas, del islam, del budismo, en fin, de todo lo relacionado al culto, puedo decir que en su mayoría no formulan un razonamiento mejor que aquel proveniente del vulgo pues de inicio nunca someten a un proceso dialéctico la existencia de Dios, no se cuestionan sobre la naturaleza de éste, o realizan un análisis histórico para comprender el papel que desempeña la religión durante el transcurso del tiempo, ni mucho menos se detienen a valorar el impacto que la inexistencia de la religión pueda traer consigo, los mejores de su tipo basan sus argumentos en ciencias positivistas creyendo ingenuamente que la realidad es un complejo objetivo, así que no eximo de crítica a los físicos, matemáticos, biólogos, químicos, ingenieros y demás que sostienen su ateísmo dentro de un análisis limitado.
A muchas personas les parece absurdo que alguien practique cierto culto, pero si existe alguien peor que el religioso ese es el apático, aquel que vive dentro de lo mínimo que se le pueda considerar a la vida puesto que se mueve sin rumbo ya que nunca se cuestiona sobre su objeto de existir ni le interesa conocerlo, denuncia la enajenación cuando él mismo es un sujeto alienado, y no lo reprocho tanto en que pueda alcanzar su valorización y plena autonomía (pues como Lacan afirmó la emancipación del hombre es un evento imposible, siendo esto un tema debatible para otra ocasión) como en la falta de cuestión sobre aquella dependencia, sobre los imperativos de goce a los que se somete, sobre los excesos en los que se pierde, sobre el consumismo que lo absorbe, y en la falta de preocupación que presenta tocante a la explotación o injusticia que puedan sufrir él o los demás. Al menos podemos decir que el religioso cree, aunque su objeto de fe pueda ser mera quimera podemos decir que el fiel persigue ciertos ideales que determinan su conducta, hablamos por lo tanto de acción y de hábito, no siendo esto malo en sí. Por otro lado, el apático no menos sumiso que el religioso es además suave, tal vez apacible pero indiferente, es peligroso, puede presentarse contagioso pues las personas encuentran refugio en la apatía, en la posmodernidad.
Ahora toca hablar del otro lado de la religión, aquel que no le gustará oír al religioso necio. Si bien he dicho, la religión permitió al hombre organizarse en sociedad y así regir mediante la política, pero ésta comienza a causar daño pues ancla la razón sometiendo al hombre a la tiniebla ya que en el caso de los fundamentalistas su conducta e ideología depende totalmente de la interpretación resultante de algún escrito sagrado, por lo otro, en el mejor de los casos, están aquellos que intentan usar la razón protestando ante interpretaciones hegemónicas del evangelio como es el caso del luteranismo, calvinismo, etc. que de alguna forma reflexionan lo impartido, pero lo hacen mediante bases frágiles y muy probablemente erróneas pues parten del supuesto que su Dios existe. Luego, aunque antes fuera necesario, ahora se ha vuelto un problema el hecho de ser buenos y no ser malos por Dios, ya que de esta forma no se puede materializar la organización y la armonía fundamentada en la empatía hacia nuestros iguales, conciudadanos, compañeros o colegas; aquel hombre de fe incluso puede caer en apatía pues recurre a la oración ante problemas importantes, de forma que equivocadamente cree solucionar problemas sociales y políticos, un ejemplo claro son aquellos que llaman a la oración en solidaridad por todos los afectados de conflictos bélicos en Medio Oriente, siendo el orar tranquilizador para el que lo hace olvidándolo de recurrir a la verdadera acción que de alguna forma contribuya a subsanar estos daños; y lo peor, no se logra vislumbrar la relevancia y valor de lo bueno, de lo justo, de la verdad, o de la sabiduría ya que al seguir la virtud no conforme a razón propia sino por mera costumbre, el hombre privado de razón actúa más por exigencia que por voluntad, siendo esto obstáculo para percibir la verdadera belleza platónica o alcance(como lo quieran ver) de la virtud.
Entonces, digo que a pesar de que la civilización se construyó gracias a la religión, ha llegado el momento de emanciparnos de ella, el problema se presentará al buscar un sustituto de mayor calidad que funja como sustento de las virtudes. Creo que de no estar preparados aún, debemos seguir construyendo los cimientos para concebir el deseo por la verdad, lo bueno, como algo deseado por sí mismo y no en razón de otras cosas, tal cual alude Aristóteles(Ética nicomáquea) a lo bueno.
“Si el fin de lo que hacemos es aquel que por sí mismo es deseado, y todas las demás cosas por razón de él, y si no todas las cosas por razón de otras se desean(porque de esta manera no tenía fin nuestro deseo, así sería vano y miserable), cosa clara es que este fin será el mismo bien y lo más perfecto, cuyo conocimiento podrá ser que importe mucho para la vida.”
De esta forma evitamos caer en el error de creer que lo bueno o la sabiduría se busca en razón de otro fin, pudiera creerse sea éste el deleite de los placeres del cuerpo, y concluyendo esto mediante razón y no por mera costumbre como lo es la obediencia al evangelio o a testamento cualquiera, podemos decir que la persona que se emplee en ésta práctica será en verdad buena mas no sólo en apariencia.